martes, 29 de septiembre de 2015

DEL GRITO DE "PUTO" A UNA CONSTITUCIÓN. Estupidez e Inteligencia Colectiva (II de V)


La Inteligencia Colectiva y un par de ejemplos

Pierre Levy, en su obra Inteligencia Colectiva: por una antropología del ciberespacio, desmenuza la pirámide del método de organización y comunicación política actual y tradicional (que él define como "molar"), basado históricamente en individuos y grupos manifestándose como “líderes de la comunidad”: sacerdotes, reyes, iluminados, cabecillas, caudillos, diputados, presidentes, expertos; y a ello opone la posible vía "molecular", una organización social colectiva horizontal que se vincula en tiempo real, del individuo a la sociedad y de la sociedad al individuo, gracias a la herramienta del internet, y que no carece de voces visionarias pero que no son impositivas.
   Plantea las posibilidades de desarrollo de las comunidades en el ciberespacio (mediante el ciberespacio), siempre y cuando la inclusión, la igualdad horizontal, el debate de la diversidad de posturas (sin descalificarlas a priori), se establezcan como principios rectores: “en una perspectiva política, las grandes fases de la dinámica de la inteligencia colectiva son la escucha, la expresión, la decisión, la evaluación, la organización, la conexión y la visión”, en la que cada una de ellas está en relación con las demás. A partir de esto, se genera, más que el caos, una "profundización de la democracia", una "democracia en tiempo real". De su lectura obtengo la intuición de que las sociedades humanas deben tender cada vez más a establecer una autonomía participativa del individuo que las integra. Al conjuntarse la comunidad en esa forma, se convierte en un ente distinto: un ente pensante colectivo. Una vez introyectada, asimilada en el individuo la capacidad de resolver por sí y con los otros los problemas de la comunidad, quedan abolidos los antiguos intermediarios por anacrónicos (los históricos representantes que tomaban las decisiones, ya sea electos o no, de los antiguos sistemas piramidales). Me permito citar a Pierre Levy largamente dos veces:

La fuerte interacción entre las técnicas de comunicación y las estructuras de gobierno fue confirmada por varios acontecimientos políticos recientes [recordemos que el libro fue escrito en 1994 2004, pocos años tres lustros después de la caída del bloque soviético y en los albores del internet]. Los regímenes autoritarios, muy adaptados a los medios unidireccionales, centralizadores y territorializados, resistieron mal las redes telefónicas, los satélites de televisión, los fax, las fotocopiadoras y todos los instrumentos que estimulan una comunicación descentralizada, transversal y no jerárquica. Los medios masivos contemporáneos, al difundir ampliamente todo tipo de ideas y representaciones, cuestionan los estilos de organización rígidos y las culturas cerradas o tradicionales. A pesar de inevitables reacciones y de retrocesos a arcaísmos, demostraron así su inmenso poder crítico. Pero si bien propagan emociones, irradian imágenes y disuelven los aislamientos culturales, los medios masivos constituyen un recurso débil para ayudar a los pueblos a elaborar colectivamente soluciones a sus problemas y a pensar de conjunto. Después de que nuestras sociedades han experimentado los poderes críticos y deterritorializantes de los medios clásicos, ¿por qué no experimentan las capacidades de aprendizaje cooperativo, de constitución y reconstitución del vínculo social que encierran los dispositivos de comunicación para la inteligencia colectiva?
Las innovaciones técnicas abren nuevos campos de posibilidades que los actores sociales desprecian o toman sin ninguna predeterminación mecánica. No se trata de razonar en términos de impacto (¿cuál será el impacto de las “autopistas electrónicas” en la vida política?), sino de proyecto (¿con qué fin queremos desarrollar las redes numéricas de comunicación interactiva?). La forma y los contenidos del ciberespacio son aún indeterminados. Un vasto campo político y cultural, casi virgen, se abre a nosotros. Pudiéramos vivir uno de esos momentos muy raros en los que una civilización se inventa ella misma, deliberadamente. Pero esta apertura no durará quizás mucho tiempo. Antes de comprometerse ciegamente en vías irreversibles, es urgente imaginar, experimentar y favorecer, en el nuevo espacio de comunicación, estructuras de organización y estilos de decisión orientados hacia una profundización de la democracia. El ciberespacio podría convertirse en un medio de exploración de los problemas, de discusión pluralista, en hacer visibles procesos complejos, de toma de decisión colectiva y de evaluación de los resultados cercanos a las comunidades en cuestión. (Levy, 2004, pág. 41-42).


Pero nuevamente, y a pesar de todos los argumentos, se elevan sospechas: ¿esta democracia en tiempo real no es la máscara para una nueva forma del totalitarismo? Si deseamos entendernos bien sobre el sentido de las palabras, no hay nada de eso. Orwell enunció maravillosamente la fórmula del totalitarismo: “Big brother is watching you”. La política mediática invierte simplemente la fórmula del totalitarismo: en lugar de organizar la vigilancia constante de los individuos por el partido-Estado del dictador, ella fija la vista de cada cual en las vedettes políticas. Todo el mundo mira a los mismos: al presidente, a los ministros, a los periodistas, a los “mediáticos”. Sólo se les ve a ellos, sólo se habla de ellos. Ahora bien, la democracia en tiempo real organiza no la visión de un poder sobre la sociedad y las personas (totalitarismo), no el espectáculo del poder (régimen mediático), sino la comunicación de la comunidad con ella misma, el conocimiento de sí del colectivo. Y con ello, suprime la justificación del poder. Pues es precisamente cuando el colectivo no se conoce a él mismo, no controla su propia dinámica y no logra producir enunciados complejos, cuando “se precisa” de un poder. Para mantenerse, este poder no cesa de impedir la emergencia de una inteligencia colectiva que llevaría a la comunidad a obviarlo. (Levy, 2004, pag. 53-54)

Nota: Todo lo entrecorchetado y los resaltados son míos.

Muestras de la autoorganización se han dado en todas las épocas. La idea misma del olimpismo sólo encontró eco en la aceptación y trabajo y financiamiento solidario del pueblo.1 En México, baste recordar el terremoto de 1985 y la capacidad que demostró la gente para ayudar en el rescate de víctimas ante un hecho que rebasaba a las autoridades. Hay quien afirma que tras ese desastre natural emergió en nuestro país el concepto en acción de la "sociedad civil" (aunque algunos hablan ya de que dicha expresión ha menguado). Existía, pues, la Inteligencia Colectiva, pero carecía de cauces materiales de expresión verbal. El ciberespacio, no obstante, da muestras no sólo de capacidad de organizar las acciones, sino más importante aún, el pensamiento.
    Wikipedia es, sin lugar a dudas, una demostración palpable de esto último. En esta herramienta se ha puesto en circulación la idea fundamental de sistematizar y propagar el conocimiento (método de refinación humana que se ha promovido desde el Siglo de las Luces). Se ha abierto la convocatoria para que cualquier persona, a través de su conocimiento o su búsqueda de conocimiento participe a nivel global en la creación de una gran enciclopedia verídica que sirva de faro general. Que el conocimiento allí depositado sea, aun si no es el más deseable, el más informado, el más preciso, si no eso, al menos el más honesto del máximo grado de honestidad intelectual de cada persona que participe en su creación y edición, y se confronte con el conocimiento informado de otra persona para su mayor precisión. Participa en ella la gente que se ha tomado en serio el compromiso de tener una enciclopedia general de la humanidad. El individuo puede estar en cualquier lugar del globo, en absolutamente cualquiera donde haya conexión a la red para acceder a Wikipedia y obtener una guía en la resolución de una duda o intervenir en la edición de su contenido. Con sus millones de visitas diarias y su ético método de funcionamiento, es, sin duda (y con sus salvedades), el primer proyecto exitoso del ciberespacio en el que se reúne la Inteligencia Colectiva.


1La primera Olimpiada surgió gracias a la suscripción que Pierre de Coubertin llevó a cabo entre la gente. Fue pues, la gente, y ricos entre la gente, quienes dieron el primer impulso a una idea que hablaba de deporte, de competencia, en un grado de “hermandad y unión, sin ánimo de lucro”.